Gracias
a que soy juez de Menores he aprendido qué es el Trastorno por
Déficit de Atención o el síndrome de Asperger”
Emilio
Calatayud Juez de Menores de Granada
Carlos
Morán –¿Llegan muchos casos a los juzgados de Menores que tienen
su origen en problemas de salud mental?
Emilio
Calatayud– Es algo que va a más, pero lo primero que hay que tener
en cuenta es que la justicia en general está cada vez más
necesitada del apoyo de expertos en salud mental, de psiquiatras y
psicólogos. Y luego debemos diferenciar entre la justicia de menores
y la de adultos. En Menores, afortunadamente, tenemos el
asesoramiento de los equipos técnicos de apoyo, que están
integrados por trabajadores sociales, educadores, psicólogos, etc.
Gracias a ellos podemos conocer las circunstancias personales,
sociales, familiares, etc de los chavales que vamos a juzgar. En
consecuencia, sabremos si tienen problemas con las drogas o si sufren
desórdenes mentales. Es una gran ventaja a la hora de tomar
decisiones. En cambio, en la justicia de adultos, habitualmente son
los propios detenidos quienes deben demostrar su condición de
enfermos. Los exámenes se hacen a instancias de parte: es decir, que
los proponen la Fiscalía o las defensas. Hay que alegar, hay que
probar… Y eso no siempre ocurre. Así que, por desgracia, muchas
veces juzgamos a delincuentes adultos sin conocer sus verdaderas
circunstancias personales y psicosanitarias.
C.
M.–Los menores tienen más garantías.
Emilio
Calatayud– En Menores es mucho más difícil que juzguemos a
alguien sin conocer todas sus particularidades. Los chavales han de
pasar obligatoriamente por el filtro de los equipos técnicos: es un
requisito inexcusable, no una opción voluntaria. En consecuencia, lo
normal es que se detecten los problemas de salud mental que puedan
presentar. Nosotros, los jueces y fiscales de Menores, tenemos mucho
más conocimiento de las personas a las que vamos a investigar o
juzgar. Recibimos, si ese es el caso, a un enfermo. En adultos, a un
delincuente. Esa es la gran diferencia entre la justicia de menores y
la de mayores. Yo lo digo muchas veces: gracias a que soy juez de
Menores he aprendido qué es el Trastorno por Déficit de Atención e
Hiperactividad (TDAH) o cómo es una persona ‘border line’. Y he
conocido a chavales que sufrían el síndrome de Asperger: son sabios
despistados, niños con una enorme inteligencia pero que no tienen
habilidades sociales como la picardía. Son esos chicos a los que
siempre coge la Policía porque no hacen nada para escapar. Por
ejemplo, hay uno joven trapicheando, ve venir a un policía y le pasa
la droga a nuestro ‘sabio despistado’. Como es natural en estos
casos, el ‘malo’ sale corriendo. Y pillan al ‘bueno’ con todo
encima. Es muy, muy listo, pero no tiene ninguna malicia. No sabe. No
ha hecho nada, pero él carga con la culpa.
Por
eso no es raro que estos chavales, los que tienen Asperger, aparezcan
como víctimas de delitos, pero también que sean utilizados como
encubridores, como tapadera de una trastada… Pero todo esto lo
hemos sabido hace relativamente poco tiempo. ¡A cuántos habremos
condenado sin tener en cuenta que podían padecer alguno de estos
trastornos! Por eso digo que la justicia está cada vez más
necesitada del asesoramiento de profesionales de la salud mental.
Pero que los padres no se asusten: que un niño tenga un problema
mental no quiere decir necesariamente que vaya a ser un delincuente.
Ni mucho menos. Lo que hay que hacer es ponerse en manos de los
profesionales adecuados, porque estos problemas tienen solución. Es
preciso detectarlos y tratarlos.
C.
M.–¿Y qué hace un tribunal de Menores cuando le informan de que
un chico que ha cometido un delito padece un trastorno mental?
Emilio
Calatayud– Pues todo cambia. Si el delito es grave y hay que
imponerle una medida de internamiento, irá a un centro que cuente
con un equipo de especialistas en salud mental. Pero eso se reserva
para los casos más graves, ya digo. Normalmente, intentamos trabajar
con el menor sin sacarlo de su ambiente familiar, escolar, etc. Lo
que está claro es que no solo hay que conocer el delito, sino las
circunstancias que rodean al individuo que ha cometido ese delito. Es
tan importante lo uno como lo otro.
C.
M.–¿Pero están preparados los correccionales para atender a estos
chicos?
Emilio
Calatayud– Cada vez hay más psicólogos y psiquiatras en los
centros de internamiento. De todas formas, en menores siempre hay que
trabajar multidisciplinarmente. Y no solo en la fase de ejecución de
la medida: también durante la instrucción y el juicio.
C.
M.–¿Ha habido padres que se han enterado por el juzgado de que sus
hijos sufrían un problema mental?
Emilio
Calatayud– Sí, sí, se nos han dado varios casos de familias que
no sabían que sus hijos tenían un TDAH o un síndrome de Asperger.
Gracias a que los chavales entraron en la maquinaria judicial, se
descubrieron los problemas. Y eso es bueno, porque han podido
ponerles solución. Hombre, es evidente que hubiera sido preferible
no llegar hasta ese extremo. Ya se sabe que el Derecho Penal debe ser
el último recurso, pero más vale tarde que nunca. Y esos chicos lo
único que necesitan es un tratamiento. Si lo hubieran tenido antes,
lo más probable es que no hubieran cometido ningún delito. Yo todo
esto lo he ido aprendiendo como juez de Menores. Una vez le pregunté
al presidente de una Audiencia Provincial, no diré cuál, si sabía
qué era un ‘border line’ o un ‘asperger’ y no tenía ni la
más remota idea.
Publicado
por Juan Antonio Arance Maldonado
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