Las lenguas alfabéticas tienen una complejidad diferente y un menor nivel de homofonía (ejemplo: distintos signos con igual sonido) que las lenguas logográficas (como el chino) y silábicas (como el japonés) y, por consiguiente, están mejor representadas en la escritura.
El alfabeto es un sistema de representar el lenguaje oral, mediante una treintena de signos escritos que combinándose pueden formar todas las palabras que un idioma genere.
El acceso a la lectura en estas lenguas implica que el aprendiz use vías fonológicas con las que transforme letra en sonido.
El inconveniente es que las letras y los sonidos son entidades que no significan nada, son abstractos.
Este problema se agudiza aún más en los sistemas alfabéticos en donde la relación letra/sonido es variable, como por ejemplo, el inglés.
A esas lenguas se las denomina “opacas” mientras las que son más consistentes en la relación sonido-letra, se las llama “transparentes”.
El español es un sistema escrito considerado de los más transparentes, con un alto grado de consistencia en su principio alfabético. Es decir, cuenta con muy pocos casos en los que las correspondencias grafema-fonema no son exactas, (por ejemplo, al grafema “C” le corresponden dos fonemas -sonido “ca” y sonido “ze”- al grafema “G” puede sonar “ga” o “je” o al grafema “h” no le corresponde ningún sonido).
Los sistemas ortográficos transparentes son mas fáciles de aprender que los opacos y por ello mejores para las personas aquejadas de dislexia.
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