UN POEMA DE P. SHULTZ: "EL DIOS DE LA SOLEDAD"

Es una fría mañana de un domingo de Enero
y soy uno de los ocho hombres que esperan
a que se abran las puertas del Toy R Us
en un centro comercial de la punta este de Long Island.
Hemos venido a por ese juego electrónico japonés
tan difícil de encontrar.
La semana pasada esperé tres horas
a que una tienda en Manhattan me defraudara.
Hoy, el primero de todos, envuelto en seis capas, permanecí temblando bajo la luz del amanecer
leyendo la nueva traducción de la Eneida,
que he escondido cuando han llegado los demás, pisoteando con sus botas
y restregándose las manos sin guantes,
bromeando sobre sacrificar sueño por los hijos desagradecidos.
"Mi hijo se rompió dos dientes jugando al hockey",
dice riendo un hombre en bermudas.
"Esta es su recompensa".
Mis hijos se arrojarán a mis brazos,
recordarán esta mañana toda su vida.
"El juego es para mi hijo mayor,
acaba de regresar de Irak",
dice un hombre con peto
al final de la cola.
"Juega a estos juegos
todo el día en su cuarto.
No estoy preocupado, espabilará,
se ha ganado un descanso".
Estos hombres arreglan fugas,
tienden cimientos para los sueños de otros hombres,
sin quejarse.

Han estado esperando bajo el frío desde que Eneas
fundó Roma en ríos de sangre.
Virgilio entendía que la muerte empieza
pero no acaba nunca, ese es el dios de la soledad.
A través de la ventana, un dependiente grita
"Solo tenemos cinco".

Los otros parecen no saber que hacer con sus manos,
meterlas bajo los brazos, o dejarlas colgar,
desnudas e inútiles.
¿Es porque nuestras manos recuerdan lo que abrazaron, las promesas que hicieron?
Sé exactamente cuando mis hijos
van a ser suficientemente mayores para la guerra.


Pronto tres de nosotros esperarán al otro lado de la calle,
en los almacenes Target,
porque eso es lo que hacen los hombres por sus hijos.

(Philip Schultz, The God of Loneliness: Selected and New Poems, 2010. Traducción de A. Catalán)

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