Francesco Tonucci (1941) es un pensador, psicopedagogo y dibujante italiano que se dedica al estudio del pensamiento y el comportamiento infantil.
Ha creado y dirige desde 1991 el proyecto La Ciudad de los Niños, que propone a los alcaldes de 100 ciudades una nueva filosofía de gobierno, adoptando a los niños como parámetro de valoración, de proyección y de cambio de la ciudad.
Critica la forma en que las ciudades están estructuradas y aconseja que estén planificadas pensando en los niños. Pero no para convertirlas en Disneylands locales sino porque él afirma que un adulto sano es el resultado de un niño que ha jugado mucho y ha tenido autonomía.
Francesco Tonucci es un autor importante a tener en cuenta junto con Christopher Clouder que ya nos advertía que “hay mucho tiempo para ser adultos y poco para ser niños” y Toshiro Kanamori y su pedagodía para ser feliz.
Las criticas y sugerencias de Tonucci a la escuela clásica están resumidas aquí y también expresa sus ideas en viñetas que firma con el seudónimo “Frato” y que se recogen en el libro “40 años con ojos de niño” (Graó).
En contra de una sociedad que últimamente asocia constantemente la palabra “límites” a niños e incluso a bebés, este pedagogo reivindica la LIBERTAD, el poder personal, menos deberes, más tiempo libre por las tardes para descubrir el mundo y, sobre todo, sostiene que “los niños no son recipientes vacíos que hay que llenar de conocimientos” sino que tienen sus propias vivencias y formas de pensar.
En esta entrevista en La Contra de La Vanguardia del 11-9-2007 Tonucci explica con contundencia la importancia infravalorada del juego en la infancia y afirma que estamos robando la autonomía, herramienta básica de futuro, a los niños de 3 a 6 años.
Estas son sus palabras para leer varias veces y reflexionar como sociedad:
67 años.
Nací en Fano y vivo en Roma.
Estoy casado y tengo tres hijos y un nieto.
Desde 1966 soy investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Cognición del Consejo Nacional de Investigación (CNR) Italiano.
La política debería ser un servicio a la comunidad y es un servicio para pequeños grupos.
Soy católico y creyente.
¿Qué quieren los niños?
Los niños que participan en el proyecto La Ciudad de los Niños (en 100 ciudades italianas, españolas y argentinas) piden todos lo mismo en sus reuniones con los alcaldes.
¿De qué se trata?
Espacio y autonomía. Tienen un gran conflicto con los coches porque estos crean peligro y y el peligro impide su autonomía. Unos niños italianos propusieron a un alcalde dividir el espacio: “Mitad para que aparquen los coches, mitad para nosotros”.
Angelitos
Estoy luchando con los alcaldes para que abandonen esa costumbre de construir parques para niños con columpios y toboganes. Los niños necesitan espacios donde, dentro de un clima de control social, ellos puedan hacen lo que quieran: pisar el césped, subirse a los árboles y jugar con las lagartijas.
Los pequeños no quieren estar recluidos en su habitación para jugar, ni en ludotecas, ni en todos esos espacios que construimos para que estén controlados. Lo que hace un niño controlado por un adulto es distinto de lo que hace solo. Están perdiendo esa posibilidad de vivir experiencias solos y por tanto la posibilidad de jugar.
Parece grave
A nivel cognitivo es gravísimo, por eso los niños están proponiendo que la ciudad retome el espacio público, como público.
¿Reivindican la necesidad de jugar?
Sí. Un niño le espetó al alcalde de Roma: “Estaba jugando en la plaza y un guardia me quitó la pelota”. Los niños tienen derecho a jugar en las plazas públicas. ¿Con la pelota? Sí. En Lima vi un cartel que suscribo: “Prohibido jugar a la pelota excepto niños”.
Plazas con pelotas y sin coches, ¿utópico?
Los niños deben poder jugar como quieran ellos. En el patio de casa, en la acera, en los paseos…, porque éstos son espacios públicos. Debemos invertir en cómo nuestras ciudades, no en una teórica, pueden transformarse en lugares donde los niños puedan ser niños. Y los que más me preocupan son los de tres a seis, porque les estamos robando la autonomía, herramienta básica de futuro.
¿Cómo percibimos hoy a los niños?
Los adultos y por tanto los propios niños se perciben como una persona que vale por lo que será mañana y no por lo que es hoy. Hoy educar significa pedir a los niños que dejen de comportarse como niños y lo hagan como adultos.
¿Cómo se soluciona?
Escuchando sus tonterías, porque cuando un niño dice una tontería es algo que no ha oído de sus padres ni de sus maestros.
Regáleme una tontería
El deseo de un niño: “Quiero una cancha de fútbol sin entrenador”. Entiendo que los niños estén hartos de adultos. La diferencia entre un niño de cinco años de hoy y yo cuando tenía su edad es que yo tenía mucho tiempo sin adultos, por mi cuenta. Hoy la gran preocupación es enseñarles todos los peligros.
Peligros que les cortan las alas
La soledad es la grave enfermedad de los niños que hoy viven en las ciudades ricas. Familias de hijos únicos, sin compañeros dentro de su propia casa y, debido al peligro ambiental, sin posibilidad de salir a buscarlos.
Amigos institucionales, compañeros controlables. En mi infancia hacer un amigo nuevo era un riesgo que requería capacidad de conocimiento de los otros, y me parece un valor enorme. La dificultad que hoy tienen los jóvenes de crear pareja estable se debe a que les faltó la experiencia de crear relaciones que tuvieran que afrontar solos.
El riesgo asusta
El riesgo es una componente esencial del desarrollo. Sería deseable que los niños encontraran sus obstáculos en el momento útil, medir si pueden saltar un riachuelo o si les compensa relacionarse con alguien.
Hay quien opina que ya tendrán tiempo.
Los pequeños pasan sus días frente a adultos instructores, les es difícil hacer cosas raras. Así se va alimentando una necesidad de riesgo acumulada que expresará con su primera moto y en las salidas nocturnas.
Los niños no son aspirantes suicidas, no buscan situaciones que no puedan dominar porque se trata de jugar. A cambio de impedirles ese juego exploratorio les damos protección y posibilidad de adquirir muchas cosas. Se crea así una relación perversa entre un niño que quiere mucho y un adulto que piensa que tiene que dar mucho para compensar lo que no puede darle. Los regalitos continuos destruyen la capacidad de juego.
¿Hay que renunciar al control?
Sí, hay que acompañar “pero de lejos”, como decía un niño argentino. Los niños aprenden mucho más jugando que estudiando, haciendo que mirando. El juego que hacen solos sin el control de los adultos es la forma cultural más alta que toca un niño. Los niños que han podido jugar bien y durante mucho tiempo serán adultos mejores.
¿Qué consejo daría a los padres?
Dele a su hijo más autonomía, con normas de espacio, de tiempo y sociales, y le sorprenderá cómo mejora la comunicación: correrá a contarle lo que ha descubierto.
Así es. en tres municipios de Roma los niños de seis y siete años van solos al colegio. Los padres y los tenderos controlan pero sin que los niños lo sepan. Para ellos es un gran regalo, se sienten reconocidos y se hacen más responsables. Y, curiosamente, esos barrios se vuelven más seguros.
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