GEORGE BERNARD SHAW


Si te cuento el siguiente argumento:
Un famoso profesor de fonética, tras conocer a una florista descarada y vulgar, apuesta con un amigo que es capaz de convertirla en una dama después de enseñarle a hablar y a comportarse correctamente...


Recordarás la película de 1964 My Fair Lady, uno de esos musicales de George Cukor. Con Rex Harrison y Audrey Hepburn.

Con ese argumento tan simple, My fair Lady entronca con los mitos griegos e incluso hebráicos (Pigmalión por parte griega y toda la iconografía del Golem pasanfo por el monstruo de Frankenstein).

My fair Lady no es sin embargo una obra original de un guionista hollywoodiense (Alan Jay Lerner en este caso) sino que adapta una obra de teatro de George Bernad Shaw, el autor de nuestra frase de hoy.

Shaw está en la lista de los disléxicos famosos y también en la  de los escritores irlandeses (compatriota de nuestros ya amigos Wilde y Yeats). Y no falta quien afirme de él que ha sido el mayor dramaturgo de habla inglesa después de Shakespeare.
Crítico literario y musical, autodidacta, socialista convencindo de que las ideas marxistas se impregnarían más por contagio que por revolución, activista vegetariano, hombre polifacético dotado de ese humor inglés que baraja la ironía con el cinismo.
Su obra de teatro, Pigmalión, fue publicada en 1913 por George Bernard Shaw y está basada en el relato de Ovidio, Pigmalión.
Shaw escribió esta obra en una época en que la fonética era un tema en auge; decía que el español y el alemán eran idiomas clarísimos que los extranjeros de dichas lenguas podían comprender. La obra resulta didáctica, pero sin ser aburrida.

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