Aunque al principio nos pongamos muy nerviosos y nuestra preocupación nos medio ahogue, hay que destacar que el principal problema que tiene la dislexia es que no es compatible con nuestro sistema educativo. Nuestros hijos no son tontos ni vagos, pero sufren las consecuencias de que todos los aprendizajes se realizan a través del código escrito.
Un niño /a disléxico ha de leer, por ejemplo, un texto de Conocimiento del Medio. Tiene la misma tarea que un niño no disléxico en cuanto a la comprensión del contenido, pero además debe esforzarse en decodificar el texto. Si encima, como sucede a muchos disléxicos, la memoria de trabajo es escasa, no retiene lo que acaba de leer y debe repetir varias veces la lectura de un párrafo.
Consecuencias:
1) Lo que a un no dislexico le cuesta un cuarto de hora a un disléxico le cuesta una hora. El alumno se fatiga, pierde enseguida la concentración, se distrae y rechaza las tareas que se le hacen interminables.
2) Pese a que haya trabajado como un jabato el resultado de su trabajo no refleja su esfuerzo y por tanto la nota que el profesor ponga en su tarea es: "Debes esforzarte más" "No has trabajado bien" "Tu puedes hacer algo mejor"
3) ¿Qué interioriza el niño? "Yo soy tonto" "Yo soy vago".
4) Nueva tarea... ¿Para qué esforzarme si no saco nada?
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