Josefina Herrera Cide , profesora de inglés y madre de un niño disléxico, escribe un excelente artículo sobre la dislexia que puedes leer en la revista Clave XXI (http://www.clave21.es/files/articulos/F10_dislexia.pdf)
A mi parecer una de las razones por las que es bueno es por que no sólo recoge sesudos artículos sobre el tema sino que explica su experiencia y eso es algo valiosísimo.
El el fragmento que transcribo nos habla de los docentes que atienden a nuestros hijos/as. Destaca que en las carreras no se da información sobre las necesidades educativas especiales, algo realmente incomprensible, y también cómo hay varios perfiles de profesionales: los que se preocupan por las dificultades del alumno al que deben enseñar y los que abiertamente juzgan a los disléxicos y les etiquetan de vagos y tontos. MI ENCUENTRO CON LA DISLEXIA
Mucho se ha estudiado y escrito sobre dislexia, pero la realidad es que, hoy en día, poco se hace por ayudar a estos niños y niñas que la sufren día a día en nuestras aulas.
Como ya he mencionado antes, no soy una experta en este tema, pero soy profesora de inglés desde hace más de 20 años y siempre me he cuestionado por qué había algunos alumnos/as que les costaba tanto esfuerzo aprender inglés, mientras que otros, con un mínimo esfuerzo superaban la asignatura sin problema alguno. Estas preguntas hallaron su respuesta cuando hace ya unos seis años me di cuenta de que mi tercer hijo, estando en segundo de primaria, no acababa de aprender a leer y escribir. Su maestra se quejaba de que tardaba mucho en escribir al dictado. Cuando en casa nos tocaba leer le entraba, literalmente, el pánico y se ponía a patalear y a llorar. No entendía qué pasaba, hasta que comencé a sospechar que algo extraño había en su comportamiento y empecé a buscar información sobre trastornos de lectura. Al poco tiempo encontré la respuesta: DISLEXIA.
En el deambular constante por conseguir que mi hijo fuese realmente considerado disléxico, obviamente no por el hecho de ser etiquetado, sino por el hecho de que realmente fuese ayudado y comprendido, no he tenido más suerte que cualquier otra madre. Con esto quiero decir que en nuestro sistema educativo, por muchas leyes que haya en las que se defienda la atención a la diversidad, la realidad es bien distinta. Durante los cinco años que estuve estudiando en la Universidad para ser profesora de inglés jamás recibí conocimientos sobre cómo es el proceso de aprendizaje o algún tipo de información sobre los alumnos con problemas de aprendizaje con los que nos íbamos a encontrar a lo largo de nuestra carrera docente. Es como si a los médicos no les enseñaran los distintos tipos de enfermedades con las que se van a tener qie enfrentar y cómo luchar contra ellas. INCOMPRENSIBLE.
Me consta que a los docentes nos es difícil comprender que haya un grupo de niños que no es que no quieran trabajar, sino que tengan problemas. Desde hace seis años estoy llevando a cabo mi particular cruzada en la que me empeño en hacer ver a mis compañeros las particularidades de estos alumnos y les puedo decir que he encontrado de todo, desde docentes comprensibles con bastantes ganas de hacer lo correcto por colaborar y hacer los cambios metodológicos necesarios, hasta docentes que siguen diciendo que es que tampoco el alumnado pone mucho de su parte y no quiere trabajar. La cuestión es que si creemos que la solución está en dar más de lo mismo (basar la enseñanza en la lectura y escritura) pues poco vamos a conseguir. También hay otro tipo de docentes que te dicen directamente que no es justo que a unos/as estudiantes se les exija más que a otros/as.
Como pueden ver, la triste realidad en la que están inmersos los disléxicos dista mucho de la idílica realidad que todos los padres y madres queríamos para nuestros hijos e hijas.
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